Las plantas atacaron primero. Las enredaderas con ojos de medusa se lanzaron como arpones, perforando el suelo donde Lucien estuvo segundos antes. Nymeria emergió de las sombras en forma de niebla corrosiva, devorando las raíces que se acercaban, pero por cada una que destruía, dos más brotaban de las paredes.
-?Maha! -gritó Lucien, se?alando los glifos que Eira había tallado en el marco de la puerta. El Djinn gru?ó, y un latigazo de tinta incandescente las redujo a polvo. El agua ilusoria retrocedió, revelando el cambio en el cuarto: un acuario gigante con Lyra suspendida en el centro, conectada a las raíces del micrófono-ventana.
Eira, ahora una silueta de tentáculos y néctar, habló con la voz ahogada. -?Crees que puedes podar un jardín sin ensuciarte las manos, Lucien?
Lucien saltó hacia atrás, evitando una enredadera que intentó estrangularlo. Con un movimiento fluido, lanzó un chakram contra el acuario. El vidrio no se rompió: absorbió el arma, transformándola en burbujas musicales que flotaron hacia Lyra.
-No… -murmuró, comprendiendo. Cada burbuja era una nota de la canción que Lyra usaba para calmarlo. El acuario no era una prisión: era una partitura viva.
Lucien tocó uno de los brazaletes que tenía puesto, glifos púrpuras lo iluminaron. El acuario empezó a temblar, las burbujas que flotaron hacía Lyra, empezaron a retroceder, el agua se tornó de una combinación de colpura y verdes oscuros, oscureciendo todo lo contenido en su interior.
-Nymeria… Maha -Lucien murmuró, ambos Djinn entendieron, Nymeria volo sobre su cabeza mientras que Maha envio tentáculos de tinta hacía el otro Djinn, cargando con su tinta, el humo empezó a llenar la habitación, las formas de los lobos espectrales hechos de humo se manifestaron, flamas esmeraldas salían de sus ojos-. Encuentrenla.
Los lobos se dispersaron, llevando tras de ellos el humo de Nymeria, Lucien cerró los ojos. -Uno… Dos… Tres… -su respiración se sincronizó con el sonido de las patas de los lobos al moverse, sus sentidos se compartieron con cada uno de los lobos espectrales. El olor a agua marina, algas y moho le llenaba las narices; las notas musicales que Lyra solía tocar eran ensordecedoras.
-Pum-Pum.
Logró escucharlo, “pum-pum”.
Un corazón latiendo.
-Huelo a secretos -Maha refunfu?o.
Lucien abrió los ojos, y extendió la mano, dentro del acuario runas púrpura se manifestaron y convergieron en un punto, el chakram de Vespertilio se reconstruyó en el interior del Acuario y empezó a rotar a una velocidad casi imposible antes de salir disparado de regreso a la mano rompiendo el vidrio del acuario en millones de partes.
-Eira -Lucien jugaba con los chakrams en sus manos-. Ya sé donde estás, dime, voy a tener que obligarte a salir?
Una melodía hipnotizando empezó a sonar, el agua del acuario se fluía por el suelo, ahora tinturada por tonos verdes y púrpuras. De centro del ahora roto acuario, Eira emergía, su vestido de seda convertido en tentáculos que se movía como si estuvieran flotando en el mar, su cabello largo y enredado recordando a las algas en el fondo marino y su piel escamada.
-Que cruel eres -Su voz canturreo-. Destruir así la imagen de Lyra.
Lucien camino hacía Eira, cada paso creaba ondas en el líquido del acuario, haciendo peque?os sonidos de chapoteo. Las ondas generadas por sus pasos chocaban entre ellas cuando la melodía se intensificó. -Qué sentiría Lyra al saber lo que hiciste? -una voz burletona pregunto-. Al saber que su querido hermano no tembló para destruir su imagen como si no fuese nada serio.
Lucien avanzó, pero el chapoteo de sus pasos se desvaneció como un susurro. No fue un silencio repentino, sino una muda degradación: primero desapareció el crujir del agua al romperse bajo sus pies, luego el eco de la respiración de Eira, y finalmente, hasta el zumbido de su propia sangre en los oídos se apagó.
Sus ojos, sin embargo, aún capturaban fragmentos:
El vestido de Eira flotando en cámara lenta, como algas en una corriente invisible.
Las ondas en el agua estancada, que ya no se expandían, sino que quedaban congeladas en arcos perfectos.
Hasta que la luz también murió. No como un apagón, sino como un vaciado; el negro no era ausencia de color, sino de textura. Ni siquiera las sombras de Nymeria, siempre fieles, lograron perforar aquel manto de nada.
Pero el olfato resistió. El aire marino se densificó, convirtiéndose en una niebla salina que le ardía en los pulmones. Hasta que, de pronto, hasta el olor se esfumó, dejando un vacío absoluto.
Lucien cerró los ojos. ?o acaso nunca los había abierto?. En la oscuridad absoluta, no eran sus oídos ni sus ojos los que guiaban sus pasos, sino el fluir de la tinta. Esta brotaba de sus heridas como un sexto sentido, trazando dendritas en el suelo que vibraban con cada movimiento de Eira. Cada gota de tinta era una extensión de su voluntad, un mapa pulsátil que le revelaba el contorno de los libros flotantes, la posición del Bartender, y hasta el ritmo cardíaco de su enemiga.
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Pero Lucien no era un novato en la pérdida. Cerró los ojos—?o acaso ya estaban cerrados?—y recordó el ritmo de sus pasos: “Uno… Dos… Tres…”. La situación evocaba recuerdos de su infancia; su madre solía idear extra?os experimentos, y pronto, él se encontraba atado a una silla o mesa quirúrgica, a la espera de lo que ella le depararía a continuación.
Lucien calmó su mente y murmuró: “Los sentidos no son la única manera de ver el mundo a tu alrededor”. Rememoró las palabras de su madre: “El mundo es un telar de relatos, nosotros somos la tinta que escribe nuevas historias; concéntrate, deja que la tinta se derrame, sigue la tinta, sigue las líneas por el telar”. Elara solía hablar sin reservas mientras se concentraba en sus experimentos, y sus lecciones siempre venían acompa?adas de la fría sensación de una cuchilla rozando su piel.
Mientras tanto, Eira observaba a Lucien avanzar. Las ondas del agua se expandían y chocaban entre sí, generando peque?os sonidos de chapoteo, y la melodía que cantaba llenaba cada rincón del lugar, fusionándose con las notas de su voz. Sin embargo, ese sonido persistente se filtraba entre las melodías, interrumpiendo la perfecta armonía. “?Cómo es esto posible?” se preguntó. Los sentidos de Lucien ya habían desaparecido; así funcionaba la tonada que ella entonaba, induciendo en aquellos que deseaba un estado hipnótico en el que controlaba por completo sus percepciones—haciendo que vieran, olieran, escucharan, sintieran y saborearan lo que ella quisiera, o impidiéndoles incluso experimentarlo.
A pesar de estar segura de que Lucien había perdido el sentido del tacto, él seguía avanzando hacia ella con una confianza inquebrantable. “?Acaso puede verme? No, eso es imposible…” Sin embargo, la realidad mostraba que lo imposible se había vuelto tangible. Lucien avanzaba sin detenerse, con determinación. De pronto, un rápido movimiento de su mano alertó a Eira: uno de los chakrams de Lucien se dirigía a toda velocidad hacia su rostro. “?Cómo apunta? ?De verdad puede verme?” se cuestionó, incapaz de reaccionar a tiempo para esquivar.
Un choque metálico resonó en el cuarto, como un trueno contenido. “Se?ora Eira, ?se encuentra bien?” preguntó una voz apresurada. Era el Bartender, quien hasta ese instante había observado la escena; al percatarse del peligro, saltó sin dudar y logró desviar el chakram con unos guantes de metal.
-Gracias -suspiró Eira aliviada-. No sé qué hubiera pasado si no hubieras intervenido -dijo, mientras sus ojos se centraban en el Bartender.
-?Qué es esto en el suelo? -inquirió el Bartender, sacando a Eira de su estupor. En el piso se distinguían dendritas de tinta mezcladas con el agua del acuario que inundaba el lugar. Esas dendritas, saliendo de los pies de Lucien, ya habían trazado su camino alrededor del cuarto.
-?Está viendo con su alma? -susurró Eira, comprendiendo cómo, a pesar de haber perdido sus sentidos, Lucien continuaba combatiendo. Aunque todo fuera solo una prueba para verificar el valor del hombre por el que su amiga arriesgaba tanto, no podía permitirse detenerse. Su orgullo se lo impedía, y sus subordinados confiaban en ella; perder contra alguien desconocido significaría un duro golpe a esa confianza.
-Shiiing… -Un silbido interrumpió los pensamientos de Eira. Lucien lanzó sus chakrams con una velocidad y potencia que desafiaban la lógica. Con un salto hacia atrás, logró esquivar la mortal cuchilla del arma, pero Nymeria ya la esperaba. El Bartender volvió a lanzarse para proteger a su se?ora, pero varios lobos espectrales se abalanzaron sobre él: sus fauces se hundieron en las piernas y brazos, y gotas de sangre recorrieron su piel, mezclándose con la extra?a melodía que aún llenaba el cuarto.
Eira deseaba asegurarse de que su subordinado estuviera bien, pero el monstruoso insecto de Lucien se lanzó sobre ella. Con rápidos movimientos, el insecto la rodeaba, impidiéndole moverse; cada vez que Eira tocaba una de sus alas, aparecía una nueva cortada en su piel. Finalmente, la melodía—y con ella, las notas que hasta hace poco inundaban el cuarto—desaparecieron, dejando solo el sonido del chapoteo de las gotas de sangre de Eira y del Bartender al caer, generando ondas en el agua que rebotaban unas contra otras.
Sin la melodía, Lucien pronto recuperaría sus sentidos y la situación se agravaría. “?De verdad los necesitará?” se preguntó.
El silencio se volvió abrumador cuando la melodía se extinguió por completo, dejando en el aire una tensión casi tangible. Lucien, cuyos sentidos comenzaban a reactivarse, abrió los ojos con una mezcla de furia y determinación. Las dendritas de tinta, trazadas en el suelo como cicatrices de un pasado ineludible, parecían cobrar vida en el tenue resplandor de la sala. Sin la influencia hipnótica, cada latido acelerado retumbaba por el cuarto.
Eira, con el rostro marcado por las heridas y el alma aún vibrante por la tensión del combate, se obligó a recomponer sus fuerzas. A su alrededor, el Bartender, aún tambaleante, se levantaba con la firmeza de quien sabe que el destino de muchos dependía de cada acción. En ese preciso instante, entre el eco de pasos, el goteo de sangre y el suave murmullo de un pasado que se resistía a desaparecer, el ambiente se cargó de una inminente promesa de venganza y redención.
-Y bien? Pase la prueba? -Lucien los cuestiono mientras las dendritas de tinta brillante verde seguían palpitando al ritmo de los latidos de corazón que hacían eco en el cuarto.
Eira miraba a Lucien, su cejas levantadas y su boca entreabierta delataban que no estaba segura de cómo responder, el sonido de las gotas de sangre cayendo al suelo la forzaban a mantenerse en el presente, el frío del agua del acuario aún se encontraba bajo sus pies. -Tengo opciones? -Un susurro inquisidor se escapó de sus labios. La respuesta era si, tenía opciones para continuar, aún no lo había dado todo, pero… “Vale la pena?”. Lucien seguramente tampoco lo había dado todo hasta ese momento, gastar más energía no valía la pena en ese momento. -Si… -Finalmente respondió-. ... Pasaste la prueba.
El agua que inundaba el suelo del cuarto empezó a desaparecer junto con el acuario, las plantas lentamente volvieron a la normalidad, dejando solo a Lucien, Eira y el Bartender de pie allí. Eira continuaba sangrando, las escamas aún visibles en su piel y su vestido roto. El Bartender cayó al suelo de rodillas, sus brazos y piernas gravemente heridos y sangrando no resistieron seguir de pie. La herida de Lucien continuaba sangrando, pero, eso era lo que menos le molestaba, por un momento expandió su existencia y su voluntad para ocupar ese cuarto, por un momento él fue el cuarto, algo extenuante para su mente, más aún luego de afrontar a Iliana, el haber expandido así su ser le permitió sentirlo todo, el frío del agua, el calor de la sangre que caía de Eira y el Bartender, la salinidad del sudor, los distintos olores que ambos traían de la fiesta.
Lucien se esforzaba por permanecer de pie, pero cada respiro que daba le recordaba que no debía dejarse caer, menos aún frente a personas en las que no confiaba o conocía.
-En fin -La voz de Eira sono, melodiosa y tranquila nuevamente-. Llamaré a alguien para que te lleve a tu cuarto, será mejor que todos descansemos y hablemos mejor de esto después.