Eira ajustó el guante de seda con un movimiento que hizo crujir las costuras, Sus ojos azules se perdieron en las raíces de la ventana-micrófono antes de hablar, como si temieran encontrar los fantasmas que sus palabras invocarán.
-Los Cantosuelos… -empezó, y las plantas colgantes se enroscan sobre sí mismas, ocultando sus flores-. Fueron el último suspiro de los que ya no tenían voz. -Rozó un collar que tenía puesto, cuando lo hizo este que emitió un zumbido en Mi bemol al contacto.
-Lyra nos reunió -continuó Eira, y la luz de la ventana tras ella palideció, como si la memoria la desgasta-. Artistas, rechazados, almas que el Festín y la Cripteia pisoteaban como notas discordantes.
-Pero esto… -alzó la botella negra; el líquido interior golpeó el vidrio como un latido ahogado-. …se hizo en la oscuridad que solo los traicionados conocen.
Lucien clavó la mirada en la ventana tras Eira. El dise?o del micrófono no era estático: sus raíces metálicas latían como venas bajo la luz tenue, dibujando sombras que se retorcían al ritmo de su pulso acelerado.
Reconoció el símbolo no por la vista, sino por el olor a vainilla y cera derretida que súbitamente inundó sus fosas nasales; el mismo de aquella noche en el laboratorio, cuando Lyra, temblando tras una sesión de experimentos, le había cantado con un micrófono de juguete.
-Ella los juntó para luchar contra ellos, ?no? -La sonrisa de Lucien fue un filo, pero su mano izquierda traicionó el gesto: los dedos se cerraron sobre el brazo de la silla hasta que el terciopelo crujió como huesos rotos-. Usando tácticas cobardes. Echar culpas, esconderse… ?Así protegen su "alma"?
Eira no respondió de inmediato. Sus ojos azules se ti?eron de un verde musgo fugaz, el color de los frascos donde Elara guardaba los fetos fallidos, mientras sus u?as ara?aban el borde del escritorio, dejando surcos profundos marcados.
-Lyra… -empezó, pero un acorde distante resonó desde las profundidades del Teatro, transportando a Lucien a otro momento:
Lyra, de catorce a?os, con el micrófono de juguete temblando en sus manos. "?Ves, Lucien?", jadeaba, sangre seca en su barbilla. "Así… así no siento las agujas".
El recuerdo se desvaneció cuando el dolor del veneno en su costado se intensificó, advirtiéndole que el tiempo se agotaba.
-Fue quien planeó cómo operar -confirmó Eira por fin, levantando la botella negra. El líquido en su interior brilló con la misma tonalidad verde de los ojos de Lyra-. Pero tú… -su voz se quebró como cristal- eres su esperanza. El Jardín que creció entre sus grietas.
La pierna de Lucien estaba martillando el suelo, los tentáculos del micrófono se alargaban continuamente casi estirándose hacía él. -Esperanza de qué? -Cuestiono mientras el ritmo de su pierna se incrementaba.
El Bartender se movió alrededor de la habitación, su mirada clavada en Lucien, sus manos se tensaban observando al joven hombre. -Cuida tus palabras Jardín Roto… -Susurro-. Estas fuera de tu elemento. -El terciopelo de la habitación empezó a moverse como si se tratase de musgo rojo.
Eira, quién simplemente estaba observando la situación estiró sus guantes de seda, un olor a agua marina invadió el ambiente, deteniendo el movimiento del terciopelo y el Bartender. -Tomate la botella, creo que es mejor que terminemos esta charla cuando estés sano -Poniéndose de pie, organizó su vestido y su cabello, el olor a mar se intensificaba-. Vamos -Su mirada se debió al Bartender.
-Entiendo -Los ojos del Bartender se entrecerraron, un brillo extra?o se reflejó en esos ojos, se acomodo las mangas de su camisa y se dispuso a seguir a su jefa.
Lucien se quedó solo, el olor a agua marina se detuvo, los sonidos de la música en el fondo aún se podía escuchar, él tomó el frasco de líquido verdoso que reposaba sobre el escritorio. Al tenerlo en su mano, sentía el frío de la botella invadiendo su piel, igual que el frío de la mesa de operaciones de Elara hace a?os, un frío que se abría paso por sus nervios y músculos. Se detuvo a contemplar la ventana con el micrófono de metal dibujado en el centro.
Un fuerte calambre de dolor causado por el veneno le recordó que el tiempo no era algo que tuviera de más en el momento.
Destapo la botella de vidrio, un buque de olores dulces le golpeó la nariz, con cuidado tambaleo el frasco, viendo el líquido hacer un peque?o remolino adentro. De un solo trago, engullo la botella completa, la sensación del helado liquido bajando por su garganta, llegando a su estómago y empezando a esparcirse por su cuerpo, eliminando el veneno paso a paso fue algo incomoda al inicio, luego, la helada sensación cambio, una sensación de ardor lo invadió, sintio como el líquido quemaba sus venas, músculos y nervios. Un ardor familiar, un ardor que le recordaba aquellas largas sesiones de Elara probando los efectos de la tinta en él, extirpando algunas de sus partes para luego colocarlas nuevamente o cambiarlas por otras cosas.
Lucien cerró los ojos y se contra la silla de terciopelo, sus manos se tensaron, la silla empezó a crujir bajo sus manos, grietas se extendieron desde sus manos, su respiración se volvió más lenta y rítmica, controlada. Su mente viajó al pasado, recordando una de las cosas que Elara le dijo en múltiples ocasiones: “El Dolor es un lenguaje, y tienes dos opciones para hablarlo; la primera es gritando, dejándole saber a todos lo mucho que estás sufriendo…”. Los recuerdos con su madre nunca han sido cálidos, como los recuerdos de muchos otros con sus familias, sus recuerdos con su madre estaban llenos de sangre, tinta, frío y dolor. “Si el dolor es un lenguaje, en definitiva era tu lenguaje favorito” susurro mientras sus manos se tensaron aún más. "... La segunda forma de hablar el lenguaje del dolor es conteniendo lo, que sea un lenguaje entre tú y tu alma”.
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Lucien se quedó callado, soportando el dolor de la quemadura que le causaba el líquido, hablando con su alma.
….
Eira y el Bartender caminaban por el pasillo, la madera craqueaba con cada uno de sus pasos, la luz cálida del pasillo los iluminaba. El Bartender extendió su mano y de un movimiento movió la manga de su camisa, descubriendo un reloj dorado análogo, miro la hora. -Es la 1:13 am se?ora -susurro-. Cuánto tiempo le daremos?
Eira se organizaba el cabello, asegurándose de que estuviera en las mejores condiciones posibles, la due?a del Teatro iba a hacer una aparición en público, un evento que no se veía seguido, su imagen debía estar perfecta. -Hasta que termine la fiesta -respondió, el olor a agua marina que desprendía ahora era más sutil, la textura de la seda contra su piel era relajante, la suave brisa que generaba con sus movimientos era relajante.
-Y que piensa se?ora luego de conocer al hermano de la fundadora? -El Bartender preguntó, absorto en los movimientos agraciados de Eira.
-Un poco decepcionante -Eira respondió girando su rostro para mirar a los ojos al Bartender-. Con como ella lo pintaba esperaba un poco más. -Los ojos de Eira brillaron, su pupila se contrajo-. Si no prueba sernos útil nos desharemos de él.
El Bartender esbozo una sonrisa, se acomodó la ropa para asegurarse de estar bien presentado. -Le pido autorización para ser yo quien se encargue de él llegado el momento.
Eira sonrió, estiró su mano y la posó sobre el hombro del Bartender. -Por qué estás tan desesperado por deshacerte de él? -La sonrisa en el rostro de Eira lo desarmó totalmente.
-No soporto que la fundadora haga todo lo que haga por él -El bartender respondió, sus manos se relajaron y cayeron a sus costados.
-Entiendo -Eira levantó su mano, con una sonrisa en su rostro se giró y continuó caminando.
En cuanto entraron a la pista de baile del Teatro, el Bartender se quedó tras la barra mientras que Eira entró en la pista de baile, las personas que allí se encontraban estaban en una especie de trance, la música aún sonaba fuerte, los ritmos melodiosos se abrían paso hasta el alma de aquellos presentes, convenciendo a todos de bailar, entregarse al momento y dejarse llevar por sus deseos.
La gente bailaba, Eira observaba con una sonrisa como la gente seguía los ritmos de la banda, como las manos desaparecía entre las ropas de sus parejas, uno que otro gemido en voz baja escapa de los labios de las personas que estaban disfrutando el recital. Así es el ambiente que Eira ama, el ambiente que ella quiere proteger más que nada, nadar entre los gemidos de placer y el sudor de las personas, sentir cómo las personas se sentían atraídas a ella, besarse con extra?os, compartir esos momentos de placer con ellos. Por eso se unió a los Cantosuelos, para proteger las historias de todas estás personas, para proteger su narrativas de placer y locura.
Pero esta noche no se trataba de eso, se trataba de ser partícipe, de dejarse llevar, disfrutar de esa energía, de las sensaciones del sudor combinado con la seda de su vestido, de las manos recorriendo su cuerpo, de sus manos recorriendo otros cuerpos, y así, se permitió perderse en el placer y locura de la noche.
…
Lucien abrió los ojos. El dolor en sus manos era un viejo conocido, pero esta vez venía envuelto en un sabor metálico que le recordó a las barandas de metal de la camilla en la que Elara hacía sus experimentos en él. Un goteo rítmico “plink, plink, plink” lo guió hacia sus palmas: astillas de madera incrustadas como espinas, cada una brillando con residuos de tinta verde del veneno neutralizado.
Maha gru?ó desde su columna vertebral, una vibración que le hizo rechinar los molares:
-Alguien se acerca -advirtió el Djinn, y Lucien sintió cómo las sombras del cuarto se esperaban alrededor de Nymeria, lista para emerger-. Huele a mar muerto y secretos.
Al incorporarse, el crujido de sus articulaciones pareció formar una melodía como las que Lyra solía tocar para Lucien a?os atrás. Su camisa, empapada en una mezcla de sudor ácido y sangre, se adhería a la herida de Iliana como una segunda piel. Al arrancarla, el tejido cicatrizal brilló bajo la luz tenue: glifos que no estaban ahí antes.
-Uno… Dos… Tres… -Su respiración sincronizada con el tic-tac del reloj colgado en una pared. Al exhalar, un vaho azul escapó de sus labios: el último rastro del veneno, que se disipó recordandole las escenas de lo que pasó en el vivero de Elara: alas de polilla, pu?os ensangrentados, el susurro de Lyra. -Uno… Dos… Tres… -Continuó respirando para calmar su mente.
Los pasos en el pasillo no solo sonaban: marcaban compases. Con cada uno, las plantas trepadoras que Eira tanto cuidaba se retorcía hacia la puerta, sus hojas adoptando formas de peces abisales.
La puerta se abrió con un gemido de ballena varada. Eira flotaba más que caminaba, su vestido de seda ondeando en olas imposibles. En sus manos, una caja de coral blanco pulsaba al ritmo del corazón de Lucien.
-Veamos cómo le fue al Jardín Roto -canturreó, y las plantas del cuarto florecieron ojos de medusa que lo observaron.
-?A que te refieres? -Lucien dejó una gota de sangre caer sobre la alfombra que ahora parecía más un musgo rojizo que una alfombra de terciopelo rojo.
Eira sonrió, mostrando unos dientes afilados de nácar que no tenía antes:
-El Tejedor definitivo. -Abrió la caja, liberando un zumbido que hizo temblar los glifos en su herida. -Ahora veremos si vales todo lo que Lyra dice.
El zumbido se intensificó, resonando en los glifos de la herida de Lucien como un cuchillo caliente. Las plantas con ojos de medusa parpadearon al unísono, sus pupilas bioluminiscentes siguiendo cada movimiento de Eira mientras sostenía la caja de coral.
Lucien deslizó los dedos por el borde de un chakram Vespertilio, sintiendo cómo los glifos de amatista absorbían el sudor de su palma, convirtiéndolo en vapor violeta. -?Qué hay dentro? ?Otro regalo de mi madre?
Eira no respondió. En cambio, golpeó la caja con un nudillo. El coral se quebró como azúcar, liberando una melodía líquida que inundó la habitación. El aire se saturó de olor a algas eléctricas y pólvora mojada.
De la caja emergió un espiral de agua suspendida, dentro del cual bailaban fragmentos de recuerdos:
Lyra, a los siete a?os, cosiendo una herida en su hombro.
El laboratorio inundado, criaturas híbridas flotando en tanques de vidrio.
Una carta escrita en sangre umbral: "Perdóname, Lucien. Es la única forma".
Maha rugió dentro de su mente, pero el sonido se ahogó en el agua fantasmal que ahora les cubría los tobillos.
-La última prueba -anunció Eira, y su vestido de seda se desintegró en tentáculos de néctar brillante. -Veamos si lo vales para los Cantosuelos.