Miré a los demás. No parecían convencidos. Seguían con sus expresiones serias, sin bajar la guardia. Pyra podía haber salvado la isla de la lava, pero si realmente no demostraba que quería vivir acá, eso no significaba que confiaran en ella del todo.
"Está bien, miren... No estoy diciendo que la abracen y la acepten como si fuera una más del grupo desde hoy mismo.
Pero sí creo que deberían darle una oportunidad. Aunque sea como un simple agradecimiento por habernos salvado de terminar muertos".
"Sí, hijo. Seguro que esta mujer trabajó mucho para hacer todo eso y que estuviéramos a salvo. El problema es que todos sabemos que no nos puede tratar de esta forma".
"Sí, mamá, entiendo todo. Es por eso que yo ya hablé de ese tema con ella, y me dijo que va a cambiar para llevarse mejor con todos, porque quiere vivir a nuestro lado".
Me acerqué un poco, tomándole una mano con mis dos manos. Como cuando Forn me lee el cuerpo.
"?Acaso no pasó algo así conmigo hace mucho tiempo? ?Acaso no estaban enojados porque me fui sin avisar para aprender magia? Sé que pasaron cosas feas mientras estaba fuera, pero el resultado final fue mucho mejor de lo esperado, porque la magia es algo que necesitamos para poder vivir mejor".
Mis padres se quedaron en silencio. Noté cómo se miraban entre ellos, como si simplemente eso bastara para comunicarse. Fue Rundia la primera en hablar.
"Sí... Me acuerdo de eso... Aunque quisiera no recordar las peleas familiares".
él exhaló lentamente por la nariz, rascándose la nuca.
"Sí, yo también recuerdo que no me gustaba que tuvieras la magia y ni siquiera sabía muy bien qué era. También recuerdo que Mirella la usaba primero que tú, y sí, siempre fue útil, aunque no quisiera admitirlo desde un principio.
Pero no creo que haya sido algo malo el castigarte, porque actuaste mal en ese momento".
"Sí... No voy a negarlo, me porté mal".
"Lo bueno es que al final nos demostraste que la magia sí era buena".
"Y eso no es todo", extendí los brazos con una sonrisa confiada.
"No solo aprendí magia, sino que construí casas, armas, ropa, hicimos herramientas nuevas, cultivamos plantas y demás... Todo eso, en parte, fue gracias a la magia".
Rundia se mordió el labio inferior, pero no pudo evitar asentir.
"Es cierto. Ahora vivimos mejor que nunca, gracias a lo que estás haciendo. Aunque bueno, no solo tú, sino que Mirella y Aya también ayudan, y con ellas nos sentimos seguros".
"Y ahora estamos usando las cosas creadas con magia todos los días", agregó Rin, bostezando luego.
Era el reconocimiento que quería escuchar. Si ellos pudieron cambiar su mentalidad a lo largo del tiempo y aceptar que la magia era algo bueno, entonces también podían darle una oportunidad a Pyra.
Y justo en ese momento, Mirella aprovechó para saltar al ruedo.
"?Pues yo sí voy a darle una oportunidad!" Gritó con su habitual energía, poniendo una mano arriba.
"Siempre y cuando no moleste a Luciano, claro".
Solté una risa nasal. Si Mirella estaba de mi lado en esto, entonces el camino para que los demás aceptaran a Pyra iba a ser un poco más fácil. Porque, aunque ella era peque?a, llevaba mucho tiempo con nosotros y tenía una gran influencia sobre el grupo.
"?Ven? Hasta Mirella lo dice", insistí.
Lucía levantó una mano desde atrás.
"?Yo también quiero que Pyra se quede! ?Por favor, mamá!"
?Bien, eso era justo lo que necesitaba que dijera ahora!
"Tal vez ella no sea tan mala, ?no? Ya se disculpó", dijo Samira, aunque su hermana la fulminó con la mirada.
"Aunque debería trabajar bastante para demostrar que va a portarse bien".
Mientras tanto, Aya se mantuvo al margen; solo miraba. Se había llevado una gran decepción, y en este momento yo no sabía si también estaba decepcionada de mí.
Rundia y Rin intercambiaron miradas una vez más.
Finalmente, Rin suspiró.
"Está bien, aceptaremos que se quede. Pero no quiero problemas, Luciano. Si esta mujer sigue actuando como lo hizo hoy, no la vamos a volver a perdonar".
"Eso es justo lo que le dije antes", respondí.
"Si quiere vivir acá, tiene que cambiar su actitud, y ya me dijo que sí lo hará".
Todos miraron a Pyra.
Ella chasqueó la lengua. Aun así, asintió con lentitud, sin mirar a nadie en particular.
"Haré un esfuerzo", dijo, sin su tono arrogante de siempre.
Supongo que comienza una nueva etapa en nuestras vidas. Ahora que ya tenemos a Pyra de nuestro lado, solo falta contarles mi plan de escape y ver cuándo y con quiénes partimos de esta isla.
***
Primer día de convivencia con Pyra: durmió en la habitación que anteriormente era para Anya y Tarún. A la ma?ana la mandé con un balde de madera a recoger las plantas rotas de la huerta y a quitar las hierbas. El único inconveniente fue que Mirella dijo que ella debía controlarla, y que también la ayudaría a reconstruir toda esa zona, así que tomé la decisión de yo también ir, porque sé muy bien que la probabilidad de que se peleen es muy alta.
Hoy no era un día nublado, así que el sol ya estaba en lo alto cuando salí de casa y llegué a la huerta. La arena de la isla parecía estar algo húmeda por una leve llovizna de la noche, pero eso no hacía menos evidente el desastre que teníamos enfrente. Partes de la tierra estaban removidas, algunas plantas yacían marchitas, y entre las malas hierbas se podían ver restos de los brotes que habían intentado sobrevivir. No era un panorama alentador, pero nada que no pudiéramos arreglar con un poco de trabajo.
Me apoyé en un tronco y miré a Pyra, que estaba en cuclillas. Tenía a su lado el balde de madera sobre el suelo y en el rostro la expresión de alguien a quien le acaban de asignar una tarea que considera indignante. Sus labios se movían a cada rato, murmurando frases incomprensibles mientras recogía las plantas rotas. A juzgar por su cara de fastidio, no era difícil adivinar qué tipo de cosas estaba diciendo.
"No puedo creer que esté haciendo esto..." Logré escuchar que susurró, lanzando al balde un pu?ado de raíces arrancadas.
"Yo, la guardiana de esta isla, recolectando estas porquerías de la tierra".
"?Algo que decir?" Pregunté con una sonrisa demasiado amplia.
Pyra me lanzó una mirada afilada y chasqueó la lengua, pero no dijo nada más. Se movió levemente para arrancar otra hierba sin siquiera mirarme.
En parte era entretenido verla en ese estado, porque sabía que lo que decía era más por orgullo herido que por verdadera indignación. Era obvio que le costaba adaptarse a la idea de que, si quería quedarse, tenía que contribuir.
Fue entonces cuando Mirella apareció desde los árboles, flotando con su energía habitual y sosteniendo una regadera.
"?Hola, Luciano! ?Traje el agua, como pidió Pyra!"
"Hola, Mirella. ?Acaso ya le contaste todo lo necesario para hacer que las plantas crezcan?"
"?Sí!"
"Vaya, qué rápido".
"?Siempre soy rápida!"
Ella se acercó a mí y pude ver que desde la regadera salían partículas mágicas.
"Espera un momento", dije, frunciendo el ce?o y poniéndome en puntas de pie para ver mejor.
"Mirella, ?trajiste agua mágica del arroyo?"
"?Sip!" Respondió con orgullo.
"?Y por qué no usaste el agua normal? No deberíamos usar esta agua para estas cosas".
"?Porque yo traje agua de la playa, pero Pyra me dijo que mejor trajera esta!"
Me giré a la aludida con las cejas levantadas.
"?Vos le dijiste eso?"
Pyra ni siquiera me miró mientras arrojaba otro montón de hierbas al balde.
"Sí, ?y qué?"
De pronto, Mirella se puso en frente de mi cara, levantando un poco la regadera.
"?Pyra me dijo que el agua de la playa es mala! ??Eso es verdad?!"
Me quedé en silencio por un momento y luego solté una carcajada.
"?De qué te ríes?" Preguntó Pyra, girándose con una mirada de fastidio.
"De que le dijiste eso a Mirella, pero no le diste toda la explicación completa".
"Porque no es necesario decir eso".
"??Y cuál es la explicación completa?! ??Pyra es una mentirosa?!"
"No, no... Dejá que te explico.
El agua normal solo le hace mal a la piel de Pyra, dejándole marcas rojas. No te preocupes, que a todos los demás no nos pasa nada raro".
"?En serio?"
"Sí".
"?No se suponía que debías decírselo!"
Pyra empezó a apretar unas hierbas muy fuertemente.
"Es que hay que contarlo, Pyra. Si no, vas a confundir a los demás".
Ella chasqueó la lengua y volvió a agacharse para remover la última de las malas hierbas, como si no quisiera seguir con la conversación.
Mirella, en cambio, había cambiado su cara y ahora se reía bajito mientras se elevaba en el aire.
"A todo esto, Pyra... ?El agua mágica no te hace da?o a la piel?"
"No, porque esa agua es buena".
"Interesante..."
Esto es algo a tener en cuenta para un futuro.
Nos pusimos manos a la obra y yo aré la tierra, ense?ándole a Pyra las distintas herramientas y cómo se utilizaban. También planté semillas de papaya para comenzar, ya que me pareció que era tonto plantar las bayas, más sabiendo que supuestamente no podemos comerlas y también por la falta de comida que hay por la zona. Ya las plantaremos cuando nos asentemos en otro lugar.
Y sí, ya sé que probablemente no terminemos comiendo nada de lo que surja de estas plantas, pero la idea es dejar registro de cómo y qué plantar en una huerta.
Luego seguirán la acelga, los tomates y las pi?as.
Una vez que estaba todo listo, Mirella se alzó sobre la huerta y comenzó a regar con movimientos suaves, dejando caer el agua con destellos mágicos sobre la tierra recién preparada.
"No se ve nada mal", comentó Pyra, sacudiéndose entre sí sus manos sucias.
"Sí, la naturaleza es muy bella".
"Sí..."
"Por cierto, ?a vos te gusta comer?" Pregunté, apoyándome en el azadón un segundo.
"Obvio que no. Nunca tengo ganas de comer algo".
"Ah, entonces sos como los demás seres mágicos".
Al volver a mirar la huerta, no tardé en notar que algo extra?o estaba pasando.
Las semillas de papaya que habíamos enterrado comenzaron a responder al agua de inmediato. La tierra pareció estremecerse levemente antes de que peque?os brotes verdes emergieran con un vigor inusual.
"?Eh?"
Me acerqué con la mirada fija en las plántulas. Era un crecimiento antinatural, imposible. Normalmente, un árbol de papaya tardaba meses en desarrollarse, pero lo que estaba viendo era otra cosa.
Las plantas crecían a una velocidad absurda, sus tallos engrosándose y sus hojas desplegándose en cuestión de segundos. En menos de un minuto, ya eran diez árboles jóvenes, con una altura cercana a los dos metros cada uno.
Mi mandíbula casi se descolgó:
"No puede ser... Esto no es normal".
Pyra y Mirella también miraban la escena con los ojos abiertos como platos.
Mirella fue la primera en reaccionar, volando con emoción alrededor de los árboles.
"?Luciano! ?Luciano, mira lo que hice!" Exclamó, dejando la regadera en el suelo y viniendo hacia mí.
"?Soy la mejor, ?verdad?!"
"Fue mi idea usar esa agua", intervino Pyra, poniéndose a su lado.
"?Pero fui yo la que regó! ?Luciano, dime quién fue la que lo logró!"
Yo todavía estaba procesando lo que acababa de ver. Nunca, en todos los usos que le habíamos dado al agua mágica, habíamos notado que pudiera hacer algo así con las plantas. Era un descubrimiento importante... pero había un problema evidente.
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"No se emocionen tanto. Crecieron rápido, sí... pero no hay frutos. No hay papayas".
Ambas se giraron y miraron hacia los árboles, dándose cuenta de lo mismo que yo.
Los árboles habían crecido de golpe, pero ni una sola papaya colgaba de sus ramas. Aunque tal vez le faltaba algo para que eso sucediera.
"Oh..." Murmuró Mirella, con su entusiasmo disipándose un poco.
"?Habrá que ponerle más agua mágica?"
"Mmm..."
Me quedé en silencio por un momento, pensativo.
Si el agua mágica podía hacer crecer las plantas, ?por qué no había hecho que dieran frutos? ?Acaso había algún límite en su efecto? ?O se debía a que, aunque la planta había crecido rápido, aún no había pasado el tiempo suficiente para la producción de frutos?
Era algo que tenía que investigar, en conjunto con alguien más.
"Yo no entiendo nada de esto", comentó Pyra.
"Se supone que las plantas crecen con una buena tierra, sol y agua, pero no a esta velocidad. Esto no es lo que veníamos haciendo hasta ahora, Pyra, así que ninguno de nosotros está entendiendo qué sucedió".
"?Entonces lo hicimos mal?"
"Todavía no lo sé".
Mirella infló las mejillas, poniendo los brazos en jarra con un gesto de fastidio en la cara.
"?Pero fue increíble lo que hice!"
"No digo que no lo haya sido. Solo que tenemos que entender bien cómo funciona esto antes de emocionarnos demasiado".
"?Entonces echémosle más agua para que sea más increíble!"
"No creo. Si regamos demasiado, podríamos afectar a la planta de alguna forma negativa. Es mejor esperar y ver si en unos días aparecen los frutos de forma natural.
Y si no llegan a aparecer, sabremos que no hay que regar más este tipo de plantas con esa agua".
"Está bien..."
"Fíjense si pueden plantar la acelga y las dos partes de la pi?a que ya les dejé separadas a un costado".
"?Sí! ?Nos encargaremos de todo eso!"
"Voy a hablar una cosa con Lucía. Nos vemos después".
"?Sí, adiós!"
Pyra no respondió nada. Eso sí, logré ver que pateó algo del suelo con fuerza, aunque no pude ver qué era.
Caminé por la playa con el sol pegándome en la nuca, dejando atrás la huerta. Necesitaba encontrar a Lucía. Lo que acababa de pasar con las plantas era demasiado extra?o, y si alguien podía darme una pista sobre las partículas mágicas, era ella, porque su conexión con este mundo era algo que ni siquiera yo entendía del todo.
Al llegar a la casa de madera, abrí la puerta principal y entré, ajustando mis ojos a la penumbra del interior. Las voces de Rin y Rundia me llegaron desde el otro lado del pasillo, mezcladas con las risitas agudas de Lucía. Me acerqué intentando no hacer demasiado ruido, aunque las ojotas siempre terminaban haciendo ruido contra el suelo de piedra.
Asomé la cabeza por la puerta entreabierta. Lucía estaba sentada en el suelo, jugando con unas piedras lisas que había apilado en forma de torre. Rin, con su barba desprolija y sus ojos negros fijos en ella, le pasaba más piedras mientras Rundia los observaba sentada en la cama.
Miren que yo no soy de espiar, pero... ?Por qué a ella le gusta tanto fingir ser una ni?a? Sé que le divierte un poco, pero lo hace demasiado bien para ser algo fingido.
Aunque tal vez lo haga para levantarles el ánimo a ellos y, de paso, ayudarme para que no se fijen tanto en mí.
Los tres parecían inmersos en su peque?o mundo, y por un segundo dudé en interrumpirlos. Sin embargo, lo que había visto en la huerta no podía esperar.
"?Hola!" Dije, entrando con una sonrisa forzada que me salió más nerviosa de lo que esperaba.
"Perdón que me meta así, pero pasó algo increíble en la huerta. Tienen que verlo".
Rin levantó la vista.
"?Increíble cómo? ?Esa mujer ya hizo algo que no debía hacer?"
"No... Bueno, algo así. Pyra le dijo a Mirella que regara las semillas de papaya con agua mágica, y al hacerlo, los árboles crecieron en un instante. Aunque no tienen frutos, y eso es raro".
Rundia se incorporó de la cama, parándose en el suelo.
"?Crecieron de golpe? ?Por qué pasó eso?"
"Se ve que fue culpa del agua mágica. Necesito que vayan a echar un vistazo, a ver qué opinan".
Lucía, que desde que entré había estado callada, giró la cabeza hacia mí, y esa pesta?a roja en su párpado derecho pareció destellar bajo la luz que se colaba por la ventana.
"?árboles mágicos, hermano mayor?"
"Sí, algo así", respondí, gui?ándole un ojo.
"Por eso necesito que papá y mamá vayan a ver. Es muy importante".
"No sé qué tan raro pueda ser eso de las plantas", dijo Rin, rascándose levemente la barba.
"Pero si crecieron así de rápido, seguro que algo anda mal con esa agua que usaron".
"Por eso quiero que vayan a verlo", insistí, apoyándome en el marco de la puerta para parecer más casual de lo que me sentía.
"Pyra y Mirella todavía están allá, y entre todos podrían entender qué pasó. Yo no tengo ni idea de cómo manejar algo así... Necesito que lo vea un adulto".
Rundia asintió lentamente, y su mirada se suavizó un poco.
"Está bien, hijo. Vamos a ver qué está pasando con la huerta. No vaya a ser que esa mujer de cabello rojo arruine todo".
Rin le sacudió el cabello a Lucía con una mano.
"Ya volvemos, Lucía. Después seguimos jugando".
"?Sí, papá!"
Sonreí, aunque por dentro estaba contando los segundos para que se movieran.
"Gracias. Seguro entre los dos encuentran algo que a mí se me pasó".
"Vamos, Rundia".
Rin se adelantó, saliendo primero de la habitación, aunque se dio la vuelta poco después.
"?Tú no vienes?"
"No puedo dejar que mi hermanita se quede jugando sola, ?no?"
"Bueno, quédate con ella. Ya volvemos".
"?Entonces nos vemos después!" Dije, levantando una mano mientras Rundia salía por el pasillo rumbo a la puerta principal. Apenas escuché sus pasos alejarse, me agaché rápido junto a Lucía.
"Vamos al arroyo. Necesito de tu ayuda".
Ella parpadeó, y una sonrisa traviesa se le dibujó en la cara.
"?Ya sabía que ibas a decir algo así!" Respondió en voz baja, dejando caer las piedras sobre el suelo. Se puso de pie de un salto, sacudiéndose la falda.
"?Secuestro exprés!"
Salimos por la ventana, aprovechando que la casa era tan grande que no podrían vernos desde ese lado.
Al llegar al bosque, noté cómo todo seguía siendo un desastre. El tsunami había sido brutal, y aunque la casa fue reconstruida con mi magia, toda la isla no corría la misma suerte. Pensar en eso me hizo apurar el paso. Si el agua mágica estaba actuando raro, tal vez tenía que ver con todo lo que había pasado últimamente.
Lucía trotaba a mi lado, con su cabello casta?o oscuro saltando a cada paso.
"?Era cierto eso de las papayas, Lucianito?"
"Sí, pero te cuento cuando lleguemos", respondí, manteniendo la vista al frente para no perderme.
"Es algo que no entiendo, y creo que vos sos la única que puede ayudarme con esto".
Ella soltó una risita.
"?Siempre soy la que salva el día!"
"No te agrandés tanto, mami, que todavía no llegamos".
"?Así le contestás a tu madre?"
Solté una risita corta.
"Sí, soy un ni?o maleducado".
"Ya sabía yo que Rundia no te había educado correctamente", respondió con un tono burlón.
Cuando llegamos al arroyo, noté que estaba hecho un desastre. El agua, que normalmente brillaba con ese tono cristalino lleno de destellos mágicos, ahora estaba turbia, llena de hojas podridas, hierbas y ramas rotas que flotaban en la superficie. El tsunami había arrastrado toda la mierda de la isla hasta acá.
Me quedé parado en la orilla, con las manos en las caderas.
"Mirá este desastre, mami. No me extra?a que las cosas estén raras".
Lucía se acercó al borde, agachándose para mirar el agua de cerca.
"Huele feo", comentó, arrugando la nariz.
"Aunque vos más o menos ya sabías que esto estaba así, ?no?"
"Diría que sí... Realmente no le había prestado mucha atención, pero es lógico que el arroyo esté todo sucio. Al menos, el agua no está estancada en esta parte".
"Habría que limpiar un poco el agua".
"Ya..."
Entrecerré los ojos, enfocándome en el agua. Ahí estaban, esas partículas diminutas de luz que solo los que usamos magia podemos ver. Flotaban entre la mugre como si no pasara nada.
"Bueno, por lo menos las partículas parecen estar ahí, eso es bueno".
Ella asintió, seria por primera vez en todo el día.
"Eu, contame lo de las plantas. Todo".
Respiré hondo y me arrodillé en el suelo, mirando el agua mientras hablaba.
"Plantamos semillas de papaya en la huerta. Mirella usó agua mágica del arroyo porque Pyra le dijo que lo hiciera y, en segundos, los árboles crecieron como locos. Dos metros de altura en un minuto o menos. Pero no tienen frutos. Nada. Solo el tronco y las hojas".
Mi mamá se quedó callada, con la mirada perdida en el arroyo.
"?Todo bien?"
"Preguntale a las partículas qué les pasa. En voz alta. Yo las voy a escuchar".
"?Por qué en voz alta?"
"Porque sí".
"Qué gran respuesta, che".
"?Ahora, dale!" Insistió, dándome un empujoncito en el brazo.
"Preguntá ya, así te escuchan y me responden a mí".
Suspiré e incliné la cabeza hacia el agua, sintiéndome un poco estúpido.
"Partículas mágicas... ?Por qué hicieron crecer las plantas de la huerta tan rápido? ?Qué está pasando con ustedes?"
Hice una pausa. Tal vez no había sido tan claro al poner un ejemplo directo.
"Quiero decir, ?por qué si ustedes tocan una semilla las hacen crecer mucho más rápido de lo normal?"
El silencio que siguió fue pesado, roto solo por el murmullo del agua. Lucía cerró los ojos, inclinando la cabeza como si realmente estuviera escuchando algo, haciendo que las puntas de su cabello se mojen.
Yo no oía nada, obviamente.
De pronto, ella abrió los ojos.
"Dicen que están evolucionando", dijo, con la voz temblándole un poco de emoción.
"?Evolucionando?" Repetí, parándome de golpe.
"?Qué carajo significa eso?"
Lucía se puso de pie también, mirándome con esa intensidad que me recordaba demasiado a nuestra vieja vida, donde ella era una adulta.
"Aparte de seguir diciendo 'Sariah' y 'Luciano' repetidamente, dicen que han estado cambiando. Que se están mezclando con todo lo de la isla... Supongo que se refieren a la tierra, las plantas, los troncos, el agua normal... todo lo que el tsunami revolvió. Por eso están así, cambiando".
Me quedé helado, procesando lo que acababa de decir. Las partículas evolucionando. Mezclándose con la naturaleza. Era una locura, pero tenía sentido. El tsunami había revuelto la isla entera, y si el arroyo estaba lleno de vegetación, las partículas mágicas debían haber estado absorbiendo todo eso. ?Y si por eso las plantas crecieron tan rápido? Porque las partículas estaban... ?Adaptándose al terreno?
Todo esto era una situación tan loca que casi parecía un delirio, pero viniendo de Lucía, tenía que tomarlo en serio. Ella nunca mentiría con algo así.
"?Evolucionando por un tsunami?" Murmuré, más para mí que para ella.
"Esperá un segundo... Mami, escuchá otra vez. Escuchalos para ver si tienen algo más para decir".
Ella me miró con una ceja levantada, como si ya supiera que estaba pidiéndole demasiado, pero igual cerró los ojos y ladeó la cabeza hacia el agua. Sus dedos juguetearon con el borde de su falda mientras esperaba, y yo me quedé ahí, conteniendo la respiración como idiota, como si eso fuera a ayudar.
Pasaron unos segundos eternos hasta que ella abrió los ojos otra vez y se encogió de hombros.
"Nada. No dicen más. Solo repiten 'Sariah' y 'Luciano' como siempre, y eso de que están evolucionando".
"?Nada más? ?Ni una pista de qué significa eso de 'evolucionando'?"
"No", respondió, sacudiendo la cabeza.
"Ya no dicen nada útil. Creo que se cansaron de hablar o algo les limita el vocabulario".
Solté un suspiro largo y me pasé una mano por la cara, notando cómo un pelo se me quedaba entre los dedos. Maldita maldición.
"Bueno, está bien. Vamos a tratar de sacarle el jugo a lo que tenemos entonces".
Lucía se sentó en la orilla, sacándose las ojotas y metiendo los pies descalzos en el agua sucia sin importarle la mugre.
"?Qué pensás vos de todo esto?"
"Que, si las partículas están cambiando por mezclarse con la naturaleza, como decís vos, tal vez por eso hicieron crecer las plantas tan rápido", empecé, caminando de un lado a otro al borde del arroyo mientras ordenaba mis ideas.
"Capaz que al estar en contacto con la tierra y las semillas, se adaptaron a ellas. Como si aprendieran a hacerlas crecer, pero no saben cómo hacer los frutos todavía".
Ella asintió, pateando el agua.
"Pero entonces, ?por qué curan heridas también?"
Me detuve rápidamente, mirándola. Nunca había intentado darle muchas vueltas a eso, pero ahora que estaban cambiando...
"Esa es buena pregunta. Siempre pensamos que el agua mágica curaba heridas porque simplemente era especial en ese sentido. Pero acá tampoco es que todos lo supieran de entrada. Por lo que parece ser, todos los de este lado de la isla bebían del agua de la costa, o nunca notaban que se les curaba la piel al beber del agua mágica".
"?Qué quieres decir con todo eso?"
"Que si imaginamos que ellas evolucionaron por estar en contacto con los humanos, sería medio extra?o, ya que, como vimos ahora, la cosa que genera esa evolución debe estar en constante contacto con el agua, como si las partículas necesitaran estudiar y absorber todo sobre esa cosa".
"?Y si no es por los humanos?" Sugirió ella, desviando la vista hacia mí.
"?Y si es por los animales o los seres mágicos? Como Aya o Mirella... Por ejemplo, Aya estuvo mucho tiempo en el santuario, ?no? Y Forn o los gnomos también. Ahí desemboca siempre el agua".
Sentí un clic en la cabeza, como si una pieza del rompecabezas encajara de golpe.
"Tenés razón. Los animales de la isla deben haber estado bebiendo de este arroyo desde siempre. Y también los seres mágicos como Aya o Pyra, que llevan quién sabe cuánto tiempo en contacto con las partículas...
Tal vez las partículas se adaptaron a ellos primero, y luego aprendieron a curar heridas porque vieron cómo los cuerpos de los seres vivos se rompían y se arreglaban".
"Hermano mayor, creo que nos estamos olvidando de algo obvio".
"?Qué cosa?"
"?Los peces! ?Los peces están todo el tiempo dentro del agua!"
"Los peces..."
Carajo, eso sí que tenía sentido.
"?Entonces las partículas estuvieron estudiando a los peces como seres vivos y luego se expandieron a los demás?"
Lucía sonrió, satisfecha.
"?Debe de ser así!"
"Increíble... Si las partículas pueden adaptarse al estar en contacto con algo, como la naturaleza o los animales, entonces son más inteligentes de lo que pensaba. No son solo energía flotando por ahí. Tienen que estar... aprendiendo, como dijimos".
Ella ladeó la cabeza, pensativa.
"?Y si son todas una sola cosa?"
"?Qué querés decir?"
"Que capaz no son muchas partículas separadas", explicó, juntando las manos como si quisiera mostrarme algo invisible.
"Capaz son una sola mente, todas conectadas. Como si hablaran entre ellas y decidieran qué hacer juntas".
Me quedé helado otra vez, mirándola con la boca entreabierta.
Una conciencia colectiva... Era una idea tan loca que casi me daban ganas de reírme, pero al mismo tiempo, no podía descartarla. Si las partículas también se transferían entre nosotros con contacto físico y se equilibraban, ?por qué no podían estar comunicándose entre ellas todo el tiempo? ?Como una red viva que abarcaba la isla entera?
"Eso explicaría por qué reaccionaron tan rápido con las semillas", dije lentamente, sentándome a su lado en la orilla.
"Si son una sola mente, pudieron decidir todas juntas que querían hacer crecer las plantas. Pero como no saben cómo hacer frutos, se quedaron a mitad de camino".
"?Y si no hacen frutos porque saben que no pueden darle los nutrientes necesarios, o lo que sea, y creen que eso nos hará mal al estómago?"
Sentí un hormigueo en la panza, una mezcla rara entre nervios y una felicidad que no podía controlar del todo. Era como si algo dentro de mí estuviera dando saltos, imaginando todo lo que esto podía significar. Miré a Lucía, que seguía pateando el agua con esa expresión satisfecha, y por un segundo no supe qué carajo decirle.
"No sé qué responderte a eso", admití, rascándome la nuca, donde ya no tenía pelo, mientras una sonrisa se me escapaba.
"Pero creo que podés tener mucha razón. Si las partículas están aprendiendo y deciden juntas qué hacer, capaz que no hacen frutos porque saben que algo les falta todavía. Como si fueran lo bastante listas para no darnos comida que nos haga mal, y eso significaría que están demasiado de nuestro lado".
Ella asintió, moviendo los pies en el agua como si nada, pero yo ya estaba en otra. Si las partículas estaban evolucionando, si podían adaptarse a la naturaleza y a nosotros, entonces esto no se quedaba solo en árboles sin frutos. Esto era más grande. Mucho más grande.
"De repente, en un futuro", seguí, sintiendo cómo la emoción me subía por la garganta,
"Podrían evolucionar más. Aprender a hacer frutos, a controlar cómo crecen las plantas, a... No sé, a reconstruir cosas".
Lucía giró una vez más la vista hacia mí.
"?Como la mitad de la isla que se quemó con el volcán?"
Eso que acaba de decir... Recordé el volcán, la erupción que se había llevado a Anya, que había dejado la mitad de la isla como un desierto de cenizas y roca negra. Pensar en eso siempre me hace mal, pero ahora... Ahora veía una posibilidad. Si las partículas podían hacer crecer plantas en segundos, ?qué me impedía usarlas para devolverle vida a esa zona muerta?
"?Sí!" Grité, apretando los dos pu?os en el aire.
"Podríamos reconstruir toda esa parte. Imaginate, Lucía: árboles nuevos, tierra fértil otra vez, ?hasta un bosque entero si quisiera! Con el agua mágica, Mirella en el aire y un poco de trabajo, podríamos borrar lo que dejó el volcán".
Ella sonrió, pero levantó un dedo como si quisiera frenarme.
"Es posible, hermano mayor. Pero primero tenés que sacar las cenizas y renovar la tierra. Las partículas no van a poder hacer nada si todo sigue muerto ahí".
Tenía razón, claro. Siempre tenía razón, aunque a veces me costara admitirlo. Las cenizas eran un problema: cubrían todo como una capa gris y seca que ahogaba cualquier posibilidad de vida. Pero eso no me desanimaba. Al contrario, me encendía más. Si limpiábamos toda esa zona y dábamos a las partículas una base para trabajar, podrían hacer milagros.
"Tenés toda la razón. Voy a empezar con eso. Paso a paso. Primero el arroyo, después las cenizas y por último la vegetación nueva".
Lucía sacó los pies del agua, sacudiéndose las manos para quitarse la mugre antes de soplarse los pies como si fueran una fogata que necesitaba apagarse. Era un gesto tan simple, tan de ella, que me sacó una risita mientras la miraba.
"Ya que estamos con el arroyo, voy a hacer trabajar más a Pyra. Que saque algunas ramas y hojas de acá para que el agua no se estanque en alguna parte".
"Ella va a odiarte por eso", respondió Lucía con una risita traviesa, secándose los pies con las manos otra vez.
"Ya me odia por hacerla arreglar la huerta".
"Pero te encanta, ?no?"
"?Eh? ?Qué cosa?"
Ella empezó a ponerse las ojotas.
"Que te gusta verla... Principalmente abajo, con ese short cortito y ajustado".
"Na, na, na. Ya estás empezando a hablar pavadas".
Me giré de inmediato y comencé a caminar a ritmo acelerado.
Ella no tardó en alcanzarme.
"Se parece a Sariah... Yo ya le di el visto bueno. Para dentro de unos a?os, obvio".
Pyra solo es una amiga...