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Capítulo 74: Contra viento y marea.

  Habían pasado unas tres horas desde que volvimos a ponernos en marcha, y el viaje se estaba complicando. El viento, que al principio era solo la brisa suave que solíamos tener en la isla, ahora soplaba con fuerza, levantando olas que chocaban bajo las barreras de Aya con un rugido constante. Las nubes se habían juntado, formando un techo gris sobre nosotros, y hacían que el mar se viera oscuro, casi negro. Y lo peor de todo: las barreras, lisas como vidrio, no ofrecían ninguna fricción que nos hiciera mantenernos firmes.

  Nuestras ojotas de madera resbalaban a cada paso y, aunque intentábamos mantener el equilibrio, por momentos era como caminar sobre hielo. La carreta, que ahora empujaban Pyra y Rin, era un problema aún mayor. Hecha de madera, sin nada que la frenara realmente, se deslizaba demasiado rápido cada vez que el viento soplaba más fuerte, y más de una vez tuvimos que correr a sostenerla para que no se fuera al borde de la barrera. Los gnomos, con sus pasitos cortos, apenas podían mantenerse en pie, y Forn tenía que gritarles cada dos por tres que no se soltaran las manos para que no se cayeran al agua. Al menos, se habían movido a la derecha de la carreta, por lo que estaban casi que en medio de las dos.

  "?Esto no pinta bien!" Grité, agarrándome bien fuerte de la mano de Rundia.

  "?Hijo, no te sueltes de mamá!"

  Mi sombrero se tambaleó mientras asentía, y tuve que sujetarlo con una mano para que no se volara, como le había pasado hace unos minutos a Rundia.

  Lucía, que iba a mi otro lado, se aferraba a mi brazo con las dos manos, pero los ojos fijos en el horizonte.

  "?Hermano mayor, esto no me gusta nada! ?Si seguimos así, nos vamos a caer todos!"

  "?Lo sé, lo sé!" Respondí acelerado, mirando hacia Aya, que iba adelante.

  Ella seguía avanzando, con el balde de agua mágica colgando de su brazo, pero ahora sus pasos eran más lentos, más cuidadosos. Sus colas estaban tensas, y aunque no lo decía, era obvio que mantener las barreras con este viento le estaba costando.

  Supongo que era por su peso mayor al de cualquiera de nosotros que en ningún momento la vi detenerse.

  Mirella, que flotaba cerca de mi cabeza, no ayudaba mucho, porque cada vez que el viento soplaba, sus alas se descontrolaban y terminaba chocando contra mí. Encima, el vestido se le volaba para todos lados.

  "?Luciano, esto es horrible! ?No puedo volar bien con este viento!" Chilló, agarrándose de mi remera para no salir disparada.

  "?Ya sé, Mirella, pero quédate quieta agarrada de mi remera o vas a tirarme!"

  A mi izquierda, en la otra barrera, la cosa no estaba mucho mejor. Pyra ahora parecía estar intentando frenar la carreta más que hacerla avanzar. Rin iba a su lado, usando todo su cuerpo para mantener la carreta en línea, pero incluso él estaba empezando a resbalar.

  "?Forn, hacé algo con esos gnomos antes de que se caigan!" Grité al ver que apenas podían hacer pie, aunque el viento se llevó la mitad de mis palabras.

  Forn levantó una mano.

  "?Tranquilo, los gnomos no nos caeremos! ?Somos fuertes!"

  Esto no podía seguir así. Si el viento seguía aumentando, íbamos a terminar todos en el agua, y aunque en la carreta teníamos el agua mágica que podía curar heridas, no iba a salvarnos si nos ahogábamos.

  Miré a Aya otra vez, calculando rápido en mi cabeza. Hacer más barreras para formar una pared a nuestros costados y frenar el viento era una opción, pero eso iba a ser el doble de trabajo para ella, y ya estaba empezando a verse tensa. No quería arriesgarla. No después de lo que había dicho sobre estar bien. Pero tampoco podíamos seguir avanzando como si nada.

  "?Aya, tenemos que parar! ?Este viento nos va a tirar a todos al agua!"

  Ella giró la cabeza, con el pelo blanco ondeando como una bandera, y asintió sin dudar.

  "Lo sé. Vamos a encerrarnos entre cuatro barreras hasta que el viento baje. Puedo hacerlo ahora mismo si quieres".

  "?Como un cubo?" Pregunté, aunque de inmediato me di cuenta de que era estúpido decirle algo que podría confundirla.

  "?Está bien, encerranos entre cuatro barreras ahora! ?Confiamos en vos!"

  "?Está bien, pero necesito que estén todos cerca!"

  El maldito viento sopló más fuerte desde atrás hacia delante justo cuando Aya terminó de hablar, y la carreta parecía no querer frenar, dejándonos un poco atrás.

  Mis ojos se clavaron en Pyra, que seguía intentando tirar hacia ella de uno de los mangos, con sus pies descalzos contra la superficie mágica.

  Pies descalzos... Mierda, eso era. Nosotros resbalábamos como idiotas con las ojotas de madera, pero ella, sin nada que la estorbara, tenía más agarre.

  "?Todos menos Aya, sáquense las ojotas ya!" Grité, soltando las manos de Rundia y agachándome rápido para desatar el nudo de las mías.

  Las tiré a un lado sin pensarlo dos veces, sintiendo la barrera lisa bajo mis pies descalzos. Era resbaladiza, sí, pero sin las ojotas podía clavar mejor los dedos y ganar tracción.

  "?Qué? ?Ahora qué estás inventando, Luciano?" Chilló Mirella, todavía aferrada a mi remera.

  "?Hagan lo que digo! ?Pyra está descalza y por eso no resbala tanto! ?Sáquense las ojotas!"

  Mi voz se alzó sobre el viento, y vi cómo Lucía, las gemelas, Rundia y hasta Rin, con una mano empezaban a forcejear con los nudos que se ataban detrás de sus tobillos.

  No esperé a que terminaran. Corrí hacia la carreta mientras me ajustaba lo más posible el sombrero, plantándome en el lado opuesto a Pyra y Rin, y puse las manos contra la madera, empujando con todo el cuerpo para frenarla. Mis pies descalzos se agarraban mejor al piso y, aunque la carreta pesaba un montón, sentí que podía hacer algo.

  "?Vamos a frenarla, carajo!"

  Mirella fue la primera en ponerse a mi lado a empujar con sus manitas diminutas y las alas zumbando como locas para empujarse mejor.

  "?Yo también puedo, Luciano! ?No soy débil!" Gritó, aunque su esfuerzo era más simbólico que efectivo.

  Las gemelas, que acababan de quitarse las ojotas, corrieron a mi lado, cada una apoyando un hombro contra la carreta. Sus caras estaban rojas por el esfuerzo, pero no se quejaban.

  "?Vamos, vamos! ?Empujemos todos!"

  Después de todo el esfuerzo que estábamos haciendo, la carreta empezó a desacelerar hasta que sus ruedas frenaron por completo.

  "?Bien hecho!" Exclamó Suminia.

  Pyra soltó la madera con bronca y se puso a un costado, mirándose las palmas.

  "?Esto es una porquería! ?A quién se le ocurrió hacer esta cosa tan tonta que da?a las manos?"

  Salí rápido del lugar y me dirigí al otro lado.

  "?Aya, usá tu magia ahora!"

  Ella no perdió un segundo y levantó ambas manos. Cuatro barreras verdes, brillantes y sólidas aparecieron formando un cuadrilátero casi perfecto que nos puso a salvo. El viento seguía rugiendo afuera, pero dentro del cubo, el aire era más quieto. Pareciera que hubiéramos entrado en una burbuja aislante. El espacio era grande, unos diez metros por lado o más, suficiente para que todos pudiéramos movernos sin sentirnos atrapados.

  Apoyé mis manos sobre mis rodillas, jadeando por el cansancio y la adrenalina, y me dejé caer sentado en la barrera, con los pies descalzos todavía temblándome por el esfuerzo. Uno por uno, todos fueron relajándose, buscando en la otra barrera sus ojotas para volver a ponérselas.

  Al rato, me levanté y fui con ellos, atando las mías rápido, sintiendo el alivio de no tener que preocuparme por resbalar más.

  Viento, barreras, magia, movimiento... ?Es posible que haya una mejor forma de hacer todo esto?

  "?Gnomo rojo salvador! ?Gnomo rojo salvador! ?Gnomo rojo salvador!" Gritaban los gnomos, caminando en círculos a mi alrededor mientras subían y bajaban un pu?o.

  "Resistieron muy bien ustedes, ?eh!"

  Lucía se acercó, esquivando a los gnomos, y se sentó a mi lado, dándome un codazo suave.

  "Buena idea lo de las ojotas, hermano mayor", susurró, con una sonrisa cansada.

  "Gracias... Ahora hay que esperar a que pare un poco el ventorral este, aunque creo que tengo una idea que nos puede sacar de esto".

  "?En serio?"

  "Primero tengo que hablarlo con Aya. Vos deberías descansar... Supongo que ya te deben estar doliendo los pies".

  "Sí, algo así..."

  Rundia también vino a verme.

  "Hijo, ?estás bien? Menos mal que pudieron lograrlo".

  "Sí, estoy bien. Gracias por preocuparte".

  "Siempre me preocupo por ti, hijo".

  Qué dulzura de mujer...

  Mirella se aferró a mi cuello desde atrás.

  "?Lucianoooo! ?Lucianoooo! ?Por qué no quieres hablar conmigo también? ?No viste lo bien que empujé la carreta?"

  "Claro que lo vi, Mirella. Nos ayudaste mucho con tu fuerza en tus alas".

  "?Sí! ?Ayudé mucho!"

  Un ruido me hizo mover la vista hacia Pyra, que estaba todavía de pie junto a la carreta, acabándole de dar un puntapié a una de las ruedas, como si fuera la culpable de todo.

  "?Maldita porquería! ?Quién pensó que esto iba a funcionar? ?Es una tontería de idea!"

  Su voz resonó en el lugar, y estaba a punto de seguir despotricando cuando se quedó callada de golpe.

  Todos lo vimos a la vez.

  Muy a lo lejos, en el agua, algo se movía hacia nosotros. Era... enorme. Una cosa blanca, inmensa, que subía y bajaba desde las profundidades como un fantasma. Era una especie de ballena, pero no como ninguna que hubiera imaginado. Su cabeza tenía una frente muy extensa hacia arriba y no tenía ojos, solo una boca enorme con unos labios negros. Su piel era lisa, de un blanco enfermizo, y sus aletas largas cortaban el agua con una precisión aterradora para cualquiera.

  "?Qué mierda es... eso?" Susurró Rin, retrocediendo un paso.

  Creo que todos quedamos en shock, retrocediendo por instinto hacia la barrera contraria al bicho.

  Aya del susto dejó caer el balde que había estado sosteniendo.

  "Luciano... ?Eso es un... tsunami?"

  "??Qué carajos?!"

  Una enorme ola golpeó contra nuestro intento de refugio, pero no fue lo suficientemente fuerte para romper la barrera. Detrás de ella, venían otras olas más peque?as, provocadas por el movimiento del extra?o ser blanco.

  El 'animal' apareció de repente desde debajo del agua y levantó parte de su cuerpo, apoyando sus aletas contra la barrera con un golpe pegajoso. El lugar tembló y varios gnomos gritaron, soltando algunas de sus hojas y corriendo a esconderse detrás de Forn.

  Aya reaccionó al instante, levantando las manos otra vez. Dos barreras más aparecieron, una detrás de la otra, reforzando la pared. Sus orejas temblaban ligeramente, pero su voz salió firme.

  "?Manténganse atrás! ?Es posible que pueda romperlas!"

  "?No ataquen!" Grité, con el corazón en la garganta.

  "?No vayan a hacer nada hasta que sepamos qué quiere! ?Podría ser solo curiosidad!"

  Lucía me agarró del brazo, con sus ojos fijos en la criatura.

  "?Luciano, eso no parece curioso! ?Parece que nos quiere comer!"

  Tal vez tenía razón, pero no podía dejar que el pánico nos dominara.

  "Puede ser... Pero sería raro que un animal acuático que se parece a una ballena venga desde la lejanía justamente a querer comerse unos humanos".

  Miré a mi alrededor, buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar con mi magia. Pero no había nada. El suelo y las paredes eran la barrera de Aya, pura magia, y yo no podía moldear magia. No había tierra, no había madera suelta, no había nada más. Estaba atrapado, inútil, con solo mis manos y mi voz para hacer algo.

  El monstruo, que se mantenía en el aire con las aletas pegadas a la barrera, abrió la boca de repente, mostrando unos colmillos largos y delgados en su totalidad, pero su cabeza no apuntaba a nosotros, sino que la ladeó lentamente hacia la esquina donde estaba la carreta.

  Mierda. Iba por ella. Iba por nuestras provisiones, por el agua mágica, por todo lo que nos mantenía vivos.

  "?Aya, sacá las barreras ahora!" Exclamé, dando un paso hacia ella.

  "?Si se come la carreta, estamos perdidos! ?Ahora sí tenemos que atacarlo antes!"

  Pero no fue Aya quien reaccionó primero.

  Pyra dio un paso al frente de todos, todavía pisando sobre nuestra barrera. Su ropa cambió en un instante, con su magia envolviéndola en llamas con forma de espiral. El short rojo y el top se transformaron en esas pegatinas extra?as adheridas a su cuerpo y desde sus pies empezó a brotar lava. Sus manos se alzaron, lanzando un chorro de lava líquida que atravesó por encima a las barreras.

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  "?Muere, pedazo de animal estúpido!"

  La lava cayó sobre la frente del enorme animal, quemándole la piel blanca con un chisporroteo horrible.

  La criatura soltó un grito ensordecedor, un sonido que me hizo taparme los oídos mientras el agua a su alrededor hervía. Se retorció, con sus aletas golpeando la barrera con más fuerza, pero la lava seguía quemándola, derritiendo su carne como si fuera cera. Por un segundo, pensé que lo teníamos, que Pyra lo había detenido.

  Pero entonces, en su agonía, la ballena se tiró de cabeza, intentando volver al agua, y se estrelló contra el borde del cuadrilátero con una fuerza que hizo crujir las barreras. Las tres que conformaban esa pared se rompieron en pedazos verdes que se disolvieron en el aire, y la barrera del suelo se resquebrajó también.

  La carreta, con todo nuestro equipo, con los baldes de agua mágica, las frutas, la carne, las pieles... con todo, también cayó.

  La enorme cantidad de agua que saltó hacia nosotros al zambullirse el animal me hizo taparme la cara con el antebrazo.

  "?No se preocupen, las cosas están a salvo!"

  El grito de Aya me hizo recomponerme rápido, obviando que estaba todo empapado. Al fijar la vista hacia donde estaba cayendo la carreta, pude notar que ahora reposaba en el aire, con una barrera bajo ella, pero con las ruedas rotas y algunos baldes tumbados.

  Mierda... Creo que perdimos mucha agua mágica.

  Mis ojos barrieron el lugar, buscando a Mirella. La encontré aferrada a mi remera, con sus alitas amarillas quietas mientras se sujetaba con fuerza. Su carita estaba pálida, pero sus ojos verdes brillaban con esa lealtad que siempre me desarmaba.

  "Mirella, necesito, por favor, que hagas algo importante. Bajá volando a la carreta, acomodá los baldes y asegurate de que no se pierda más agua mágica ni nada de comida. ?Podés hacerlo?"

  Ella asintió de inmediato, soltándome con un peque?o impulso hacia atrás.

  "?Claro, Luciano! ?Yo me encargo, tú solo mira cómo lo hago!"

  Sus alas zumbaron, y aunque el viento seguía fuerte afuera, se lanzó hacia la carreta, que flotaba en la barrera secundaria de Aya. La vi maniobrar con cuidado y empezar a enderezar los baldes volcados y la fruta que se había salido hacia fuera.

  No había tiempo para quedarme mirando. Corrí hacia Aya, que también estaba mojada y mirando hacia abajo.

  "Aya, se me ocurrió una idea, pero no sé si vas a poder hacer lo que pienso... ?Te acordás de aquella vez en el santuario, cuando usaste un montón de magia para mover una barrera y atrapar a los hombres pájaro contra la pared? Recuerdo que me dijiste que pudiste hacerlo porque..."

  Me detuve al ver que, a pesar de la urgencia en mi voz, Aya no me miraba. Sus ojos anaranjados estaban fijos en el suelo, recorriéndolo con detenimiento. Pareciera que estuviera buscando algo, algo que la ponía nerviosa.

  Fruncí el ce?o, inclinándome hacia ella para que me mirara desde abajo.

  "?Qué pasa? ?Por qué mirás así tu magia?"

  "Siento... algo. Algo está da?ando la barrera. No sé qué es, pero lo siento. Es como si estuvieran golpeándola sin frenar".

  "?Golpeando sin frenar?"

  Miré a mi alrededor, buscando cualquier pista. El sitio estaba lleno de caos: los gnomos seguían gritando y corriendo, Rundia y Rin intentaban calmar a Lucía, que parecía estar fingiendo estar asustada, aunque no sé con qué finalidad, y las gemelas... Samira estaba viniendo hacia mí a paso apresurado.

  "?Luciano...!"

  "?Samira? ?Qué pasó?"

  "Luciano... ?Crees que eso sea normal en Pyra?" Preguntó, se?alando a la se?orita de cuernos morados.

  Pyra... Bueno, ella seguía de pie con su ropa extremadamente llamativa de tonalidades rojas y negras, con los brazos en jarra y mirando hacia la carreta. Debajo de ella estaba la lava que solía desprender cuando... ?Mierda! La lava de Pyra debía de ser la que estaba haciéndole da?o a la barrera.

  "?Aya, es la lava de Pyra! ?Está quemando el suelo sin darse cuenta! ?Renová la otra ahora! ?Hacé la misma que rompió el animal antes! ?Rápido!"

  Aya asintió con seriedad, levantando las manos hacia delante una vez más y una nueva barrera apareció en el mismo lado que antes, unos dos metros por encima de donde estaba Mirella.

  "?Todos, corran a la barrera nueva! ?Esta se va a romper por la lava!" Grité, agitando los brazos hacia mí.

  Rundia fue la primera en reaccionar, levantando a Lucía en brazos y corriendo hacia la nueva barrera.

  "?Vamos, hija, no mires atrás!"

  Rin la siguió, tirando de las gemelas.

  "?Suminia, Samira, muévanse hacia Luciano!"

  Forn levantó los brazos, gritando a los gnomos.

  "?Mis ni?os, síganme! ?No paren! ?Vamos a la barrera nueva!"

  Los peque?os seres, con sus sombreros rojos tambaleándose, corrieron en una fila desordenada, algunos tropezando pero sin detenerse.

  Pyra, todavía rodeada de lava, me lanzó una mirada fulminante.

  "?Qué? ?Ahora qué hice yo? ?Esa cosa nos iba a comer!"

  "?Tu lava está rompiendo la barrera, Pyra! ?Volvé a tu forma normal y vení acá!"

  "?Qué dices? Solo la saco y ya", respondió, usando sus manos para guiar la lava hacia el mar por encima de las paredes.

  No puede ser tan bruta...

  "?Pyra, si no volvés a tu forma normal, no vas a parar de largar lava por los pies! ?Vení para este lado de una vez!".

  Pyra me miró con los ojos entrecerrados. La lava seguía brotando de sus pies, esparciéndose sobre el suelo mágico y dejando marcas negras que se extendían como venas.

  "?No me des órdenes, humano! ?Ya te dije que la estoy sacando al agua!"

  Su voz era puro desafío, como si quisiera demostrar que tenía todo bajo control.

  No podía creerlo. ?De verdad era tan terca? Cada segundo que pasaba sentía cómo el calor de la lava empezaba a llenar el ambiente, haciendo que el aire se volviera pesado.

  "?Pyra, solo hazle caso a Luciano!" Gritó Aya, aunque la otra ni siquiera la miró.

  No había tiempo para discutir con ella. No iba a dejar que la estupidez de esta mujer nos pusiera a todos en peligro.

  "?Maldita sea, Pyra!"

  Corrí hacia ella, esquivando un charco de lava que se deslizaba por la barrera. El calor me golpeó la cara como si hubiera abierto un horno, pero no me detuve. Estiré la mano para agarrarla de la mu?eca, justo donde comenzaba el guante negro, pero en el momento en que mis dedos tocaron su piel, un ardor insoportable me subió por la mano.

  "?Mierda!"

  Retrocedí un paso, pero no la solté. En cambio, usé el impulso para empujarla con fuerza hacia la nueva barrera, donde los demás ya estaban reunidos.

  Pyra tropezó, tambaleándose con un chillido de sorpresa.

  "??Qué haces, idiota?!"

  Cayó de rodillas en la barrera nueva y, en un parpadeo, la lava dejó de fluir bajo sus pies. Sus pegatinas se transformaron y su ropa volvió a ser el top rojo de mangas largas y el short de jean. Se quedó ahí, jadeando, con el pelo rojo desparramado sobre la cara y enredado en sus cuernos.

  La barrera vieja, la que estaba bajo mis pies, crujió y corrí como un desesperado, saltando hacia la nueva barrera justo cuando la anterior se desintegró por completo. Caí de culo, con el corazón latiéndome en la garganta, y me giré hacia Pyra, que seguía arrodillada a unos metros.

  "?Hacé caso, carajo! ?No puede ser que no pienses en el bienestar del grupo! ?Tu estupidez también casi te mata!"

  Mi voz salió más dura de lo que quería, pero no me importó. Estaba harto de su ego en momentos como estos, de su manía de hacer lo que se le cantaba sin medir consecuencias.

  Pyra apretó los dientes, mirando hacia un lado, sin querer enfrentarme. Sus manos se cerraron en pu?os, y por un segundo pensé que iba a gritarme algo de vuelta, pero en lugar de eso...

  "Lo siento... No volverá a pasar", susurró, casi inaudible, y luego levantó la mirada apenas, fijándose en mi mano.

  "?Tu mano está... bien? Te quemaste, ?no?"

  Miré mi mano, esperando ver la piel roja o ampollada, pero no había nada. Solo un leve enrojecimiento que ya estaba desapareciendo. Recordé el encantamiento de Forn contra el calor en mi anillo hecho de zafiro.

  Sonreí a medias, sacudiendo la mano como si no fuera nada.

  "Solo sentí mucho calor, pero parece que el anillo hizo efecto. No hay da?o".

  Rundia y Rin también se acercaron, suspirando aliviados.

  Pyra se puso de pie, sacudiéndose el short con un gesto brusco.

  "Bien. Entonces no te quejes tanto..."

  Me levanté, respirando hondo para calmarme. El grupo estaba reunido en la nueva barrera, y aunque todos parecían aliviados de estar a salvo, la tensión flotaba en el aire como una nube.

  Rin y las gemelas se fueron a ver la carreta, que Mirella estaba dejando en orden. Forn y los gnomos, mientras tanto, estaban haciendo un recuento de las hojas que les quedaban, preparándose para comer mientras se calmaban.

  Aya se acercó a mí, con las colas relajadas por primera vez en un rato.

  "Luciano, lo que dijiste antes sobre el santuario y las barreras. ?Qué era?"

  "Ah... Es que todavía recuerdo bien que en la batalla contra los hombres pájaro pudiste mover una de tus barreras, pero quedaste inmóvil luego de hacer eso, porque te quedaste sin partículas mágicas".

  "?Partículas mágicas? ?Qué es eso?" Interrumpió Rundia.

  "Bueno... Eh..." Titubeé, rascándome la mejilla.

  "Es algo extenso de explicar, mamá, pero creo que merecen que se lo diga... más tarde".

  "?Es algo peligroso, hijo?"

  "No, para nada. De hecho, es algo bueno, aunque ahora no puedo explicarlo bien".

  "?Uh...?"

  Rundia no parecía entender muy bien de qué estaba hablando. Se quedó parada ahí, viendo si decía algo más.

  Intenté ignorarla para no perder el hilo de la conversación con Aya.

  "Lo recordás, ?cierto?"

  "Sí, claro. Es justamente por eso que no volví a intentarlo".

  "Ya veo..."

  El problema no era que no pudiéramos ir en búsqueda de la carreta, porque tranquilamente podríamos ir bajando de a poco, sino que yo quería ver si era posible que ella moviera todo este suelo, y así podríamos viajar más rápido y fácil.

  "Pero si es necesario, podría volver a hacerlo".

  "?En serio? ?Podrías traer la carreta hacia nosotros?"

  "Solo necesito de tus partículas".

  "Sí, no te preocupes por eso, yo te las comparto".

  "Está bien. Sígueme".

  "?Miren, ahí viene Mirella!" Gritó Samira mientras Aya se daba la vuelta.

  Esto se iba encaminando para bien.

  "?Luciano, ya terminé con los baldes!"

  Aterrizó contra mi hombro, dándome un golpecito en la mejilla con un dedito.

  "?Has visto? ?Soy la mejor! Ahora, ?qué vamos a hacer con esa carreta rota? ?No me digas que vamos a empujarla así!"

  "Tranquila, ya tenemos un plan. Aya va a intentar mover la barrera hacia nosotros".

  "?En serio va a mover sus barreras? ?Eso suena increíble! Pero..."

  Se acercó a mi oído.

  "?Me darás un abrazo después? Hace rato que no me das uno..."

  Reí por lo bajo, dándole un golpecito suave en la cabeza.

  "Trato hecho. Ahora, portate bien y dejame que ayude a Aya".

  "?Sí!"

  Cuando Mirella me soltó, me fui con Aya, que me observaba con las cejas levantadas, como si estuviera divertida por el espectáculo. ?Acaso había oído a Mirella? Seguro que sí.

  Sus colas se movieron un poco más rápido, y juro que vi una sonrisa fugaz en sus labios antes de que volviera a ponerse seria.

  "?Listo?"

  Asentí sin dudar y agarré su mu?eca con firmeza.

  Ella levantó las manos, apuntando hacia la barrera que sostenía la carreta allá abajo, flotando sobre el agua revuelta.

  "Aquí voy... Espero que salga bien".

  "No la muevas muy rápido o la carreta se caerá", dije mientras oía las voces de los demás detrás nuestro.

  "Está bien".

  De repente, la barrera que sostenía la carreta empezó a moverse al mismo tiempo que sus partículas mágicas desaparecían. Era lento al principio, dando la sensación de que el peso de la carreta y todo lo que llevaba encima estuviera peleando contra la magia. Pero luego ganó velocidad, subiendo hacia nosotros, apareciendo por el hueco donde antes estaba la pared que el animal había destruido.

  El carro aterrizó al lado nuestro y los baldes se sacudieron, aunque no se volvieron a volcar. La madera de la carreta estaba empapada por dentro y las ruedas, o lo que quedaba de ellas, eran un desastre: las tres estaban destrozadas por completo. Creo que sería mejor hacer una cuarta con los tablones que quedaron y también arreglar las demás.

  Lo peor de todo es que perdimos la mitad del agua mágica...

  "Buen trabajo, Aya. Lo lograste", exclamé, soltándole la mu?eca.

  Noté que los dos habíamos quedado más o menos a mitad de las partículas que teníamos antes... Si lo hubiera hecho ella sola, probablemente estaría al límite de quedar inconsciente.

  "La verdad es que hoy te luciste. Nos salvaste a todos con tu magia".

  "Agradezco que digas eso, Luciano. Me hace muy feliz poder ayudarlos".

  Los demás, menos Forn, se acercaron asombrados a ver la carreta, preguntándole a Aya si ella había hecho eso y cómo lo hizo.

  ?Acaso a Forn no le sorprendía lo que Aya había hecho?

  Tal vez solo estaba un poco nervioso por lo que había sucedido.

  Lo único que tengo claro, es que queda descartado el plan de mover el suelo. Consume demasiadas partículas.

  ***

  Después de haber comido un poco, recargado partículas y descansado un par de horas, decidimos seguir caminando en una sola pasarela con dos paredes a los costados, ya que se había reducido considerablemente el peso de la carga de la carreta. Al menos, las gemelas ya no tenían que cargar con el peso de las mochilas, porque las pusimos en remplazo de los baldes vacíos que quitamos.

  Y así, pasamos como 3 horas más caminando.

  A mí ya me dolían las piernas, aunque el estar bebiendo solamente del agua mágica atenuaba un poco la molestia.

  "?Luciano, mirá eso!" La voz de Lucía era aguda y llena de emoción.

  Ajusté la vista, siguiendo su dedo que apuntaba al horizonte. Al principio, no vi nada más que el naranja del cielo, donde ya estaba atardeciendo, y el azul del mar. Pero entonces... sí, ahí estaba. Una línea oscura, apenas visible, rompiendo la monotonía del agua. Era grande, como una mini pared que se alzaba desde el fondo del océano. Era tierra.

  "?Es... es tierra!" Grité, sintiendo un nudo en la garganta.

  "?Llegamos, carajo! ?Eso es tierra!"

  El grupo entero se detuvo, como si mis palabras hubieran congelado el tiempo. Rundia soltó un grito ahogado a mi lado, cubriéndose la boca con las manos.

  "??Lo logramos, Luciano?!" Preguntó Aya con emoción, casi que haciéndolo por todos los demás, que esperaban expectantes mi respuesta.

  "?Sí, lo logramos! ?Estamos a punto de pisar un nuevo lugar!"

  "?Tierra, tierra!" Repetían los gnomos, saltando en su lugar.

  Forn también se sumó a ellos, levantando los brazos, lo que por un momento me hizo olvidar que era un viejo de casi setenta a?os.

  "?Tierra nueva! ?Por fin tendremos un nuevo hogar para todos!"

  Mirella se lanzó hacia mí, aterrizando en mi pecho y abrazándome con sus bracitos. Sus alas zumbaban como locas, y su risa era tan contagiosa que no pude evitar reírme con ella.

  "?Luciano, lo hiciste! ?Nos trajiste hasta aquí! ?Eres el mejor, el mejor! ?El más inteligente!"

  No pude evitar rodearla con mis brazos, cumpliendo su peque?o deseo de antes.

  "No fui solo yo, Mirella. Todos lo hicimos juntos", respondí, dándole un apretón suave antes de que se soltara y empezara a dar volteretas en el aire sin parar de reír.

  Aya caminó hacia nosotros, con sus orejas moviéndose de izquierda a derecha.

  "Lo hicimos, Luciano. Ya pude ver la tierra, y está cerca. Solo un poco más..."

  "Sí, Aya. Solo un poco más".

  Pyra, que se encontraba apoyada contra la carreta, soltó un suspiro que, creo yo, todos logramos escuchar, pero no pudo esconder la chispa de emoción en sus ojos rojos. Se cruzó de brazos, ladeando la cabeza.

  "Bueno, no está mal. Supongo que no fue una pérdida de tiempo dejar la isla y seguirte, humano".

  Suminia y Samira se acercaron a mí de la mano; sus caras estaban desbordantes de emoción.

  Samira, con los ojos llenos de lágrimas, se lanzó a abrazarme, agarrándome por sorpresa.

  "?Luciano, es verdad! ?Es un nuevo lugar! ?No puedo creerlo!" Sollozó, apretándome con fuerza.

  Suminia, más contenida en cuanto al contacto físico, me dio varias palmadas en el hombro, pero su sonrisa era igual de grande.

  "Buen trabajo, Luciano. No pensé que llegaríamos tan rápido. Debo decirte que me sorprendiste".

  "Y yo les agradezco a las dos por confiar en mí, y también por toda la ayuda que nos han dado".

  Samira me soltó, secándose suavemente las lágrimas con un dedo.

  "No es nada, Luciano. Lo hacemos por la familia".

  "Ay, hermana... No puedo creer que estés llorando por esto".

  Lucía me agarró de la mano y tiró de mí, se?alando la línea en el horizonte.

  "?Tenemos que apurarnos! ?Quiero ver qué hay ahí!" Su voz estaba llena de una energía que me hizo reír, aunque sabía que detrás de esa fachada de ni?a hiperactiva había una mente mucho más complicada.

  "?Tranquila, enana! ?Ya vamos!"

  El ambiente se llenó de risas, gritos y charlas más animadas. Hasta los gnomos parecían entender a la perfección la importancia del momento. Me quedé parado un segundo, mirando al grupo que había decidido seguirme en este viaje loco, sintiendo una calidez en el pecho que no había sentido en mucho tiempo. Habíamos pasado por tanto: la batalla contra el Rey Demonio, la erupción, el tsunami, la muerte de Anya, la separación con Tarún, la maldición, el suicidio de... Bueno, lo importante es que ahora, por fin, estábamos a un paso de algo nuevo. Algo mejor. O eso esperaba desde lo más profundo de mi corazón.

  Pero no podía dejarme llevar del todo. Esa línea en el horizonte era una promesa, sí, pero también una incógnita. ?Qué había ahí? ?Más humanos? ?Criaturas como la que quiso atacar nuestras provisiones? ?O algo peor? Y el reencarnado desconocido... ?estaba en esa tierra, esperándonos, por así decirlo?

  Y a todo esto... ?Sariah me habrá mandado al lugar más cerca de la isla o algo así? Porque con lo que recorrimos, podría decir que fueron casi cuarenta kilómetros.

  ?Habré estado errado en los "cálculos" iniciales con respecto a la comida? Porque si hubieran sido... No sé, cien kilómetros, creo que no nos hubiera alcanzado.

  Seguimos avanzando a paso apresurado mientras se hacía de noche hasta que desde la lejanía pude ver... ?árboles de hojas rojas? Simplemente increíble.

  Ahora sí empieza lo bueno.

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